Wednesday, November 29, 2006

ODIO LAS PALOMAS

Odio las palomas, por putas, por cagonas, por cabronas. Ingratas mal paridas. Recuerdo con el amor con que las criaba, limpiando su mierda, alimentándolas, curándolas. Eran las mejores, seleccionadas. Las entrenaba muy bien, ganamos algunos concursos y eran un buen negocio al momento de venderlas. Las mías eran cotizadas, la gente sabía que eran buenas.

El amor esta asociado con la paz, la paz con las palomas. Las palomas son un símbolo romántico. Las mujeres las adoran. Mientras no les caguen encima o sobre el auto recién lavado.

Ella era dulce y tierna, una cosita preciosa. Su hermoso pelo negro, ensortijado, su sonrisa perfecta, los ojos profundos que te llevaban a su corazón, te sumergías en ellos y estabas perdido, babeando de amor. Todo en ella era hermoso. Tuve la fortuna de que fuera mía. Trate de ser romántico. Con ella no era tan difícil. Lleve una paloma a su casa, con la caja que les sirve de nido. Era joven, la tuvimos encerrada hasta que se familiarizó con el lugar. Luego la soltamos, salió volando, rápido, casi con furia. Latió la vieja duda, el temor de que no regrese. Ella volvió.

En realidad no era nada nuevo, yo tenía una amante, deliciosa, exuberante, pechos enormes y duros, piernas torneadas y fuertes. Ella también tenía su paloma. Salíamos con ella a comprar marihuana, metíamos el paquete en una mochilita que tenía amarrada a su espalda y luego la soltábamos. Era la forma más segura de llevar la droga. Íbamos luego a su casa, después de pasar por una licorería y al llegar estaba la paloma esperándonos con su “cajita feliz”.

Me costó acostumbrarme al cuerpo de ella, era tan fino, tan delicado, una estilizada escultura. Yo estaba acostumbrado a ver, a tocar, a sentir las fabulosas tetas de Patty. A su forma de moverse en la cama, de arañarme la espalda con ternura. Pero ella era otra cosa, era divina, y yo era terrenal, mundano. El tiempo pasaba y cada vez me sentía pertenecer más a ella, mi conciencia resucitó con su maldito remordimiento. Cada vez tenía menos interés en hacer el amor con Patty. Su rostro no era tan agradable y el de ella era el de un ángel. Me encantaba verla transformarse debajo mío, cuando le hacía el amor. Bajaba el labio inferior y sacaba a relucir sus dientes como una pequeña fieria rabiosa. Me miraba fijo a los ojos y en ese instante nos conectábamos con algo más fuerte que lo que estaba sucediendo allí abajo. Ella era mía, ahí, totalmente mía.

Miro por la ventana que da al inmenso parque, muchos árboles, muchas palomas, ahí veo una gorda, se para en una rama. Levanto la carabina y apunto, sólo necesito un tiro. Apunto a la cabeza, el suave gatillo se desliza y siento el leve golpe. El impacto es preciso. Ella cae haciendo un disparatado espiral. Iré a recogerla, no es bueno desaprovechar una comida.

Paso un año y supe lo que tenía que hacer. Tenía que despedirme de Patty y proponerle matrimonio a ella. Patty sabía lo que estaba pasando, nunca se quejó, no intentó retenerme, sabía que era en vano. Sé que no era fácil para ella pero aparentaba tomarlo así. Recogí las palomas de sus casas y fui a la mía. En una puse un anillo de compromiso y en la otra un poco de marihuana. Luego dos notas. Una para Patty: “Gordita, aquí te envío un recuerdito por lo viejos tiempos. Voy a tu casa esta noche, a las 8. Espérame con el portaligas, las medias negras y un vaso de whisky en la mano”. Era una broma que siempre le hacía. Nunca me esperó así, aunque me hubiera gustado.
La otra para ella: “Amor, espero que no se pierda esta paloma. Mañana voy a tu casa temprano para que me digas que si. TE AMO”

Ya se está acabando el dinero de las palomas. Saqué un buen capital después de venderlas a todas. He vivido dos años así. Cazándolas, comiéndolas. Eso hizo que el dinero durara más. Ahora estoy atrasado tres meses con la renta, ya me han dado un ultimátum, tengo una semana más. Si consigo el empleo será una garantía de que pagaré y me dejarán quedarme. Es la entrevista final, iré con mi camisa blanca, la lave ayer. Estoy casi seguro que lo conseguiré. Todo es cuestión de que vean que tengo presencia. Ir bien vestido, impecable, hablar con el gerente y listo. Miro los balines en la lata, quedan tres. Coloco uno en la carabina, la apoyo en mi hombro y apunto.

Llegué a las 8 de la noche donde Patty. Toqué el timbre y ella abrió la puerta. Tenía puestos un jean y un pequeño polo abultado por sus prominentes senos. El polo tenía escrita una palabra justo a esa altura. Una vez le pregunté si eso no hacía que la gente se fijara mas en sus pechos y ella contesto que igual los iban a mirar y que por lo menos así se engañaba pensando que los hombres estaban leyendo lo que decía. La saludé con un beso en la boca y me dispuse a abrir la botella de vino que había traído conmigo.
-¿Nos preparamos un tronchito gordita?-
-No, gracias, ahora no tengo ganas-
-¿Lo vas a guardar para otro día?-
Ella dudó un momento y luego dijo que sí. Que para otro día mejor. Nos tomamos el vino e hicimos el amor. Tan rico como lo esperaba. Sólo una vez, no más. Hacía un buen tiempo que eso bastaba para saciar mis deseos con ella. Ya no me provocaba más. Era difícil que superara la comparación con un ángel. Hablamos luego, fumando un cigarrillo. Le explique todo mirando al cielo raso, ella recostada en mi pecho. Sentí una lágrima silenciosa y tibia sobre mi piel.

Palomas hijas de puta, por lo menos esta es carnosa, con las papas fritas ya me terminaré de llenar. Acabando la cena me daré una ducha y me alistaré para la entrevista, sólo me quedan 3 soles, así que iré caminando por la Arequipa, no es tan lejos. Sólo diez cuadras, tengo que salir temprano para ir caminando lento y no llegar acalorado. Menos mal hay árboles en la avenida que me protegerán del sol.

Toque el timbre de ella a las 10 de la mañana. Estaba feliz, con mi camisa blanca y un ramo de rosas, un jean azul para pedirle de rodillas que aceptara ser mi esposa. Abrió la puerta, estaba con una bata negra, de seda, sostenía un vaso de whisky en la mano, me miraba fijamente y sonreía perversamente, acercó su boca carnosa a la mía. Sentí el aliento a alcohol y a cigarrillo, introdujo su lengua entre mis labios, me excité sobremanera, rodeé su cintura con mi manos y la acerqué a mi, la besé con pasión, ella me empujó despacio pero firmemente hasta que se liberó de mí, me miro un instante y luego dejo caer la bata, estaba desnuda y sólo llevaba puesto unas medias y un portaligas negro.
-¿Te gusta esto?- dijo sonriendo. Yo sabía que algo estaba mal pero mi sangre no estaba llegando a mi cerebro, estaba irrigando mi miembro haciéndolo hincharse y crecer. Era la visión más excitante que había visto en mi vida. Su cuerpo hermoso, celestial, elegante. Corrompido con esas prendas que la hacían ver como una ramera, la puta más hermosa que vería en mi vida.
-Si- le dije, la atraje a mí, la besé con furia, saboreando el alcohol que impregnaba su boca, aroma de alcohol y cigarrillos. Era raro porque ella no acostumbraba fumar. No pensaba en eso, solo en besarla, sentirla, apretar ese cuerpo desnudo junto al mío. Seguimos besándonos y de repente sentí mas claro el olor, alcohol, si, pero el otro aroma no era de cigarrillo, recién caí en la cuenta. ¡Era marihuana! En ese momento sentí el poderoso rodillazo que me daba de lleno en los testículos. Hice un esfuerzo por no caer de rodillas pero quede ridículamente parado, apretando las piernas flexionadas. Luego vino la patada en la cara con esos magníficos zapatos de tacón alto. Desde el suelo pude ver el balcón donde colocamos el nido de la paloma. Había dos palomas en él. Una siguió a la otra y llegaron juntas a joderme la vida.
-¡Levántate hijo de puta!- la miré. Ella estaba apuntándome con un revolver. Me arrojó el anillo de compromiso.
-¡Trágatelo!- Ordenó. La mirada impregnada de rabia y la mano temblorosa. Tenía que obedecer.
Me levante luego, trate de hablar, de explicar lo inexplicable. Pero ella me detuvo.
-¡No quiero una palabra! ¡Te largas y si te vuelvo a ver, te juro que te mato!-
Camine hacia la puerta. Todo había terminado.

Bichos ingratos, por eso las vendí a todas, y a las que no pude vender me las comí. Bien que las había alimentado durante tanto tiempo. Ahora era el turno de ellas. Con ese recuerdo ingrato termino de abrochar mi impecable camisa blanca. Salgo a la calle y empiezo a caminar. Es un buen día de sol, para ir a la playa pero no para trabajar. Llego rápidamente a la avenida Arequipa, comienzo a caminar. Ya faltan tres cuadras para llegar. Es el 333. Los árboles me dan una fresca sombra. Estoy llegando a la entrevista que arreglara mi vida, la vida que las palomas estropearon. Siento de pronto una brisa, un batir de alas y luego, la mierda de paloma, gelatinosa, ploma y amarilla deslizándose por mi camisa blanca…