Saturday, February 03, 2007

EL DESAMPARADO

Siento el primer golpe, es fuerte, lo detuve con el antebrazo pero me sacudió. Deja su rostro descubierto, podría romperle la nariz en un segundo, hice un pequeño amague, un recto con la derecha que se quedo ahí, en el codo, antes de nacer. Es un reflejo, las reacciones salen cuando hay dolor. Tantas peleas te acostumbran a soltar los golpes casi mecánicamente, sin pensar. Solo fluyen como un resorte liberado. Él ni siquiera lo notó, está furioso, no puedo entender por qué.

Tocamos el timbre de su casa, estábamos haciendo nuestro recorrido predicando la palabra de Dios. Ella presionó el timbre con uno de sus delicados dedos y volteó a sonreírme. Me sentí reconfortado, ella me trajo al servicio del señor. Así como hoy, ella también llegó a mi casa. Desde que la ví sentí la necesidad de compartir su vida, de recibir siempre esa sonrisa con que se presentaba. Me adentré en las lecturas de la Biblia. Leía todo pero por momentos perdía los comentarios, las explicaciones; a veces quedaba confundido, me perdía observando su belleza, los movimientos de su boca, la mirada coqueta que a veces escapaba como el brillo nocturno de una nube azul, intrigante, cautivadora.

Ahora él esta lanzándome puñetazos al cuerpo, retengo los golpes con los brazos pegados a mi tórax, no causan daño pero arden, duelen. Siento la ira que nace dentro de mí, pero tengo que controlarme, soportar, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra. Sé que esto es una prueba, fui entrenado para recibir golpes. Él se cansará. Ella estará orgullosa de mí. Ya está muy agitado, resopla. Sus fosas nasales se agitan como el hocico de un toro, parece una caricatura; esta bajando los brazos, respira balanceándose hacia delante. Ahora podría empezar a pegarle hasta hacerle vomitar los intestinos, pero me controlo, respiro profunda, lentamente, ella me mira y siento una especie de comunicación, recuerdo las palabras: Amad a vuestros enemigos y bendecid a los que os maldicen. Si, yo tengo que ser así. Ella sigue mirándome, parece sonreír, yo entonces me atrevo a pronunciar: Te perdono. Antes de terminar estas palabras sentí el tablón que caía sobre mi espalda golpeándome la cabeza, me derribó. Una rodilla tocó el suelo, luego otro golpe más, caí sobre mi costado, sentí a los dos hombres moliéndome a patadas y golpes.

Recuerdo, que la música era de heavy metal, muy dura, cuando abrió la puerta se sintió claramente. Sus ojos estaban rojos y tenía la cara grasienta, probablemente sudando el alcohol que había estado ingiriendo y que apestaba terriblemente en su boca.
-¡¿Qué mierda quieren aquí?!- gritó
-Disculpe si lo molestamos, seguiremos nuestro camino- dije, tratando de evitar que la cosa empeorara.
-¡¿A dónde crees que vas huevón?!¡Cucufato de mierda! Ven para que te meta esa Biblia por el culo cabrón-

Ahora, tirado en el suelo, cubriéndome la cabeza con las manos, siento ganas de morir y terminar con esto, levanto la cabeza, la busco con la mirada. Ella no está. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? El dolor se esta alejando y ellos parecen golpear con menos fuerza. De pronto algo crece en mi, con fuerza, desde dentro, es como una luz, una luz que borra todo, comienzo a olvidar, no encuentro asidero, trato de recordar algún pasaje del nuevo testamento, todo esta en blanco, ya no hay nada. No siento nada, sólo una calma blanca, una luz verde y luego un nuevo recuerdo, el antiguo testamento viene a mi, nítido, llenándolo todo. Así dijo el Señor de los ejércitos: Me acuerdo de lo que hizo Amalec a Israel; que se le opuso en el camino, cuando subía de Egipto. Ve pues, y hiere a Amalec, y destruiréis en él todo lo que tuviere; y no tengas piedad de él; mata hombres y mujeres, niños y mamantes, vacas y ovejas, camellos y asnos. Abro los ojos, ellos están parados mirándome, sin fuerzas, el que me atacó primero trata de patearme en la cara. Detengo la patada con mis manos y muerdo su pantorrilla, hondo, hasta sentir mis dientes penetrando la carne, se juntan, debo haber sacado un buen pedazo, cae al suelo aullando de dolor. Ve, y destruye a los pecadores de Amalec, y hazles guerra hasta que los acabes. El otro miserable esta paralizado del miedo, extiende sus manos para evitar que me acerque, lo cojo de la muñeca, lo tiro al suelo, pongo mi pie sobre su hombro y de un tirón le disloco el brazo. Veo una botella tirada en el piso, la recojo y la rompo contra el suelo. Entonces Samuel cortó en pedazos a Agag delante del Señor en Gilgal.

Luego que acabé con esos desgraciados procedí a entrar en la casa. Dentro ladraba un perro, y mientras lo buscaba pensaba que quizás yo, como esas viejas computadoras, trabajamos mejor con versiones anteriores…

Tuesday, December 19, 2006

EL MECANICO DE AVIÓN

Son curiosas las increíbles situaciones en que te coloca la vida. Descubrir como los roles fugaces de nuestra existencia van dando vueltas como círculos: el que fue niño ahora es viejo, el que era fuerte, hoy es débil. Dan vueltas como esta llave mientras ajusto este perno. Cada vez que ingreso un perno de estos en el poderoso motor de un avión, en el corazón mismo de la nave, mi vida entera pasa como un rayo, atravesando las etéreas dimensiones del tiempo.

Me veo de niño en mi añorada Italia, era feliz en el campo, pero todo cambio cuando sentimos la respiración del monstruo, el tirano cruel. La peor de las plagas: La guerra. Llegó galopando, feroz, implacable. Abandonamos el campo, vivíamos en campamentos, en refugios. La guerra soltaba sus garras: las bombas que caían del cielo, destrozando, aniquilando sin piedad, sin distinción. Rugían los aviones, era el monstruo que llegaba, y luego las garras que caían silbando en el aire. Nuestra sangre ya no era sangre, aquella estaba desparramada, tiñendo las paredes, las veredas, los ríos. Terror era lo que circulaba por nuestras venas, hielo aguijoneando nuestras arterias, nuestros corazones.

Doy otra vuelta al perno, delicadamente, falta poco. Es curioso, decía, que yo, sobreviviente de esa guerra, este trabajando aquí, en la fuerza aérea, mimando y manteniendo a estas máquinas de destrucción, al rugido del monstruo.

Guardo un recorte de periódico que conservó mi madre de la guerra, data del 20 de mayo de 1941, curiosamente un día como hoy. Se ve la foto de un hospital que funcionaba como guardería y en el que acostumbraba dejarme cuando iba a trabajar. Sintió un día la imperiosa necesidad de verme y estar conmigo. Me recogió y me llevó a pasear y comer galletas. Horas después una descuidada garra cayó con todo su odio sobre el hospital repleto de niños. Malditas máquinas, maldito dios que permitiste esa y tantas desgracias. Maldita sea la guerra. ¡Maldita!

Es curioso, decía, pero todos tenemos debilidades, la mía es la mecánica. Los aviones también tienen su debilidad, por eso estoy yo aquí, para que esa debilidad no se manifieste, para que estén siempre en perfecto estado y en caso de conflicto puedan liberar las garras con precisión, y puedan seguir navegando en el reino de los cielos.

Así pues, pensando en estas cosas curiosas, termino de introducir este perno rajado en el motor del avión. Y es curioso también, como iba diciendo, que nadie se pregunte por qué desde hace 6 años, cada 20 de mayo, cae un avión con el corazón hecho pedazos.

Friday, December 08, 2006

DIME QUE ME AMAS


Me pides que te diga que te amo, pero ¿sabes qué? En la mañana me llegó la nota de desalojo, me van a tirar a la calle como a un perro, con las pocas cosas que me quedan, la cama, la mesita, la máquina de escribir, la radio, las cenizas del último cigarro, las penas hondas que vivían en las grietas del cuarto, el olor infantil de tu perfume, el recuerdo de tu sexo, las alegrías compartidas y mis risas solitarias. ¿Dónde se refugiará mi cuerpo necesitado de ti? ¿Dónde esconderé la miseria de mis medias con hueco? Siento tristeza pero también siento rabia, rabia contra el arrendador, ese viejo infame que no se compadeció ante mis suplicas, que no aceptó las monedas que pesaban en mi mano después de entregar mi guitarra a un prestamista. Fui Judas por ese maldito y ahora sólo me queda esto, el peso de la culpa.

Sonó el teléfono, contesté y escuche tu voz. Me dijiste para encontrarnos aquí en ésta banca del parque.

Luego llegó el tipo de la bodega, con la sonrisa forzada, tratando de disculparse mientras se llevaba la máquina de escribir, el viejo dinosaurio, compañero entrañable, cómplice absoluto de nuestras cartas de amor, de mis historias ridículas y de mis sueños de héroe. Se la llevaba porque sabía que era imposible que pudiera pagar lo que le debía y “como ya me iba a ir”. Sonreí también por su ingenuidad, la máquina no tenía ningún valor comercial y si bien me daba pena perderla, prefería conservar el dinero que me dieron por la guitarra. Pero no sonreí cuando regresó con un ayudante, siempre tímidamente, a llevarse la cama y el trajinado colchón. Ahora si estamos a mano, dijo. Se fue, siempre amable, con un ligero rubor en el rostro.

Y me pides que te diga que te amo.

Me miro en el espejo y veo a un perdedor, un inepto en la supervivencia en este mundo de concreto. Estoy envejeciendo y me siento sólo y terminado. No me imagino quién puede querer a un hombre como yo. Pero sonó el teléfono y escuché tu voz otra vez, no necesité escuchar las palabras que me dicen que no me olvide de la cita en el parque. Sólo el sonido dulce de tu voz, que entra como una droga, poderosa y efectiva. Y pienso: esto no es tan malo.

Ahora estamos sentados aquí en el parque, en esta banca triste de los colores idos y me miras con tus inmensos ojos, me coges las manos frías de abandonado y me pides que te diga que te amo y no puedo. No puedo porque las lágrimas se me atraviesan como una soga en la garganta.

Wednesday, November 29, 2006

ODIO LAS PALOMAS

Odio las palomas, por putas, por cagonas, por cabronas. Ingratas mal paridas. Recuerdo con el amor con que las criaba, limpiando su mierda, alimentándolas, curándolas. Eran las mejores, seleccionadas. Las entrenaba muy bien, ganamos algunos concursos y eran un buen negocio al momento de venderlas. Las mías eran cotizadas, la gente sabía que eran buenas.

El amor esta asociado con la paz, la paz con las palomas. Las palomas son un símbolo romántico. Las mujeres las adoran. Mientras no les caguen encima o sobre el auto recién lavado.

Ella era dulce y tierna, una cosita preciosa. Su hermoso pelo negro, ensortijado, su sonrisa perfecta, los ojos profundos que te llevaban a su corazón, te sumergías en ellos y estabas perdido, babeando de amor. Todo en ella era hermoso. Tuve la fortuna de que fuera mía. Trate de ser romántico. Con ella no era tan difícil. Lleve una paloma a su casa, con la caja que les sirve de nido. Era joven, la tuvimos encerrada hasta que se familiarizó con el lugar. Luego la soltamos, salió volando, rápido, casi con furia. Latió la vieja duda, el temor de que no regrese. Ella volvió.

En realidad no era nada nuevo, yo tenía una amante, deliciosa, exuberante, pechos enormes y duros, piernas torneadas y fuertes. Ella también tenía su paloma. Salíamos con ella a comprar marihuana, metíamos el paquete en una mochilita que tenía amarrada a su espalda y luego la soltábamos. Era la forma más segura de llevar la droga. Íbamos luego a su casa, después de pasar por una licorería y al llegar estaba la paloma esperándonos con su “cajita feliz”.

Me costó acostumbrarme al cuerpo de ella, era tan fino, tan delicado, una estilizada escultura. Yo estaba acostumbrado a ver, a tocar, a sentir las fabulosas tetas de Patty. A su forma de moverse en la cama, de arañarme la espalda con ternura. Pero ella era otra cosa, era divina, y yo era terrenal, mundano. El tiempo pasaba y cada vez me sentía pertenecer más a ella, mi conciencia resucitó con su maldito remordimiento. Cada vez tenía menos interés en hacer el amor con Patty. Su rostro no era tan agradable y el de ella era el de un ángel. Me encantaba verla transformarse debajo mío, cuando le hacía el amor. Bajaba el labio inferior y sacaba a relucir sus dientes como una pequeña fieria rabiosa. Me miraba fijo a los ojos y en ese instante nos conectábamos con algo más fuerte que lo que estaba sucediendo allí abajo. Ella era mía, ahí, totalmente mía.

Miro por la ventana que da al inmenso parque, muchos árboles, muchas palomas, ahí veo una gorda, se para en una rama. Levanto la carabina y apunto, sólo necesito un tiro. Apunto a la cabeza, el suave gatillo se desliza y siento el leve golpe. El impacto es preciso. Ella cae haciendo un disparatado espiral. Iré a recogerla, no es bueno desaprovechar una comida.

Paso un año y supe lo que tenía que hacer. Tenía que despedirme de Patty y proponerle matrimonio a ella. Patty sabía lo que estaba pasando, nunca se quejó, no intentó retenerme, sabía que era en vano. Sé que no era fácil para ella pero aparentaba tomarlo así. Recogí las palomas de sus casas y fui a la mía. En una puse un anillo de compromiso y en la otra un poco de marihuana. Luego dos notas. Una para Patty: “Gordita, aquí te envío un recuerdito por lo viejos tiempos. Voy a tu casa esta noche, a las 8. Espérame con el portaligas, las medias negras y un vaso de whisky en la mano”. Era una broma que siempre le hacía. Nunca me esperó así, aunque me hubiera gustado.
La otra para ella: “Amor, espero que no se pierda esta paloma. Mañana voy a tu casa temprano para que me digas que si. TE AMO”

Ya se está acabando el dinero de las palomas. Saqué un buen capital después de venderlas a todas. He vivido dos años así. Cazándolas, comiéndolas. Eso hizo que el dinero durara más. Ahora estoy atrasado tres meses con la renta, ya me han dado un ultimátum, tengo una semana más. Si consigo el empleo será una garantía de que pagaré y me dejarán quedarme. Es la entrevista final, iré con mi camisa blanca, la lave ayer. Estoy casi seguro que lo conseguiré. Todo es cuestión de que vean que tengo presencia. Ir bien vestido, impecable, hablar con el gerente y listo. Miro los balines en la lata, quedan tres. Coloco uno en la carabina, la apoyo en mi hombro y apunto.

Llegué a las 8 de la noche donde Patty. Toqué el timbre y ella abrió la puerta. Tenía puestos un jean y un pequeño polo abultado por sus prominentes senos. El polo tenía escrita una palabra justo a esa altura. Una vez le pregunté si eso no hacía que la gente se fijara mas en sus pechos y ella contesto que igual los iban a mirar y que por lo menos así se engañaba pensando que los hombres estaban leyendo lo que decía. La saludé con un beso en la boca y me dispuse a abrir la botella de vino que había traído conmigo.
-¿Nos preparamos un tronchito gordita?-
-No, gracias, ahora no tengo ganas-
-¿Lo vas a guardar para otro día?-
Ella dudó un momento y luego dijo que sí. Que para otro día mejor. Nos tomamos el vino e hicimos el amor. Tan rico como lo esperaba. Sólo una vez, no más. Hacía un buen tiempo que eso bastaba para saciar mis deseos con ella. Ya no me provocaba más. Era difícil que superara la comparación con un ángel. Hablamos luego, fumando un cigarrillo. Le explique todo mirando al cielo raso, ella recostada en mi pecho. Sentí una lágrima silenciosa y tibia sobre mi piel.

Palomas hijas de puta, por lo menos esta es carnosa, con las papas fritas ya me terminaré de llenar. Acabando la cena me daré una ducha y me alistaré para la entrevista, sólo me quedan 3 soles, así que iré caminando por la Arequipa, no es tan lejos. Sólo diez cuadras, tengo que salir temprano para ir caminando lento y no llegar acalorado. Menos mal hay árboles en la avenida que me protegerán del sol.

Toque el timbre de ella a las 10 de la mañana. Estaba feliz, con mi camisa blanca y un ramo de rosas, un jean azul para pedirle de rodillas que aceptara ser mi esposa. Abrió la puerta, estaba con una bata negra, de seda, sostenía un vaso de whisky en la mano, me miraba fijamente y sonreía perversamente, acercó su boca carnosa a la mía. Sentí el aliento a alcohol y a cigarrillo, introdujo su lengua entre mis labios, me excité sobremanera, rodeé su cintura con mi manos y la acerqué a mi, la besé con pasión, ella me empujó despacio pero firmemente hasta que se liberó de mí, me miro un instante y luego dejo caer la bata, estaba desnuda y sólo llevaba puesto unas medias y un portaligas negro.
-¿Te gusta esto?- dijo sonriendo. Yo sabía que algo estaba mal pero mi sangre no estaba llegando a mi cerebro, estaba irrigando mi miembro haciéndolo hincharse y crecer. Era la visión más excitante que había visto en mi vida. Su cuerpo hermoso, celestial, elegante. Corrompido con esas prendas que la hacían ver como una ramera, la puta más hermosa que vería en mi vida.
-Si- le dije, la atraje a mí, la besé con furia, saboreando el alcohol que impregnaba su boca, aroma de alcohol y cigarrillos. Era raro porque ella no acostumbraba fumar. No pensaba en eso, solo en besarla, sentirla, apretar ese cuerpo desnudo junto al mío. Seguimos besándonos y de repente sentí mas claro el olor, alcohol, si, pero el otro aroma no era de cigarrillo, recién caí en la cuenta. ¡Era marihuana! En ese momento sentí el poderoso rodillazo que me daba de lleno en los testículos. Hice un esfuerzo por no caer de rodillas pero quede ridículamente parado, apretando las piernas flexionadas. Luego vino la patada en la cara con esos magníficos zapatos de tacón alto. Desde el suelo pude ver el balcón donde colocamos el nido de la paloma. Había dos palomas en él. Una siguió a la otra y llegaron juntas a joderme la vida.
-¡Levántate hijo de puta!- la miré. Ella estaba apuntándome con un revolver. Me arrojó el anillo de compromiso.
-¡Trágatelo!- Ordenó. La mirada impregnada de rabia y la mano temblorosa. Tenía que obedecer.
Me levante luego, trate de hablar, de explicar lo inexplicable. Pero ella me detuvo.
-¡No quiero una palabra! ¡Te largas y si te vuelvo a ver, te juro que te mato!-
Camine hacia la puerta. Todo había terminado.

Bichos ingratos, por eso las vendí a todas, y a las que no pude vender me las comí. Bien que las había alimentado durante tanto tiempo. Ahora era el turno de ellas. Con ese recuerdo ingrato termino de abrochar mi impecable camisa blanca. Salgo a la calle y empiezo a caminar. Es un buen día de sol, para ir a la playa pero no para trabajar. Llego rápidamente a la avenida Arequipa, comienzo a caminar. Ya faltan tres cuadras para llegar. Es el 333. Los árboles me dan una fresca sombra. Estoy llegando a la entrevista que arreglara mi vida, la vida que las palomas estropearon. Siento de pronto una brisa, un batir de alas y luego, la mierda de paloma, gelatinosa, ploma y amarilla deslizándose por mi camisa blanca…

Thursday, October 26, 2006

UNA CARTA DE AMOR

No sé si soy egoísta al traerte a mi mundo. No sé si esta bien alejarte de todo lo que conoces. No sé si un ángel siente frío en la oscuridad.

Sólo sé que vas a sufrir mientras intento amarte, en lo que te acostumbres a las espinas de mis rosas, a mis silencios oscuros y la violencia de mis besos.

Sé también que mientras caiga la tarde de este invierno de mi vida, no sentiré mas la soledad y el dolor de los amores pasados será un tormento menos amargo.

Espero que tu cercanía a mi no te lastime, que no te corrompas con las tinieblas de mi alma, quiero que tu luz me libere y me haga ser un mejor hombre para ti.

Espero que mis viejos vicios tengan arreglo, que sean relevados a un lugar más pequeño en donde puedan ser mirados con simpatía y dejen así de atormentar mi espíritu. No espero que seas tu quién los dome, esa tarea es mía, pero se que mi fortaleza aumentará si me apoyo en tu amor.

Sabes bien que haré todo lo que este a mi alcance para que seas feliz, pero debes saber también que soy imperfecto, que no siempre puedo hacer bien las cosas, y que uno no siempre consigue lo que quiere. Mi amor por ti es inmenso pero mi torpeza también lo es.

Me alegra saber que vienes por tu voluntad y si bien yo tiré de algunos hilos, tú caminas ahora decidida hacia mí. Entraras segura a mi corazón y tomarás lo que por derecho te pertenece. Todo te lo entrego, el amor, el odio, la guerra y la paz, la alegría, la tristeza, el entusiasmo, la locura, la soberbia, la mentira y la verdad. Tu sabrás que hacer pues eres la dueña de ese reino que late en mi pecho.

Te entrego así todo de lo poco que tengo a cambio de lo mucho que tú me das. La suerte sonríe a quien creía haberlo perdido todo.

TE AMO, POR SIEMPRE.


Esta carta fue encontrada junto al cuerpo sin vida de un hombre de 35 años, cuya identidad por ahora se mantiene en secreto, luego de que una hermosa joven de 22 años, al parecer la beneficiaria de la carta, le encajara un disparo de necesidad mortal en la cabeza, le abriera el pecho y le arrancara el corazón para engullirlo con una exquisita salsa de ajo y tomates, según su propia confesión.